Joaquín Lamela López. Médico Neumólogo
La dignidad del hombre requiere que obre según su libre elección, sin ninguna coacción externa (Pablo VI, 1897-1978)
Un amigo médico me comentaba que había dos cosas que le preocupaban mucho: una, enfermar; otra, que cuando enfermase no fuese atendido por un buen médico.
La buena salud es una de la cosas más importante de la vida. Lo mejor es no enfermar. Pero si enfermamos, es esencial dar con un buen médico.
Los médicos no son iguales, aunque hace algún tiempo los políticos quisieran hacernos creer lo contrario. Recuerdo una consigna que repetían, desde el ministerio de sanidad, allá por los 80, para los beneficiarios del Sistema Nacional de Salud: “no se preocupe de conocer el nombre del médico que le atiende; todos le cuidarán con las mismas garantías”. Muchos de aquellos políticos creadores del lema, cuando enfermaban, elegían médico y hospital. Los médicos no son todos iguales, ni son todos profesionales excelentes, como tampoco lo son los abogados, fontaneros o ingenieros. Y si unos diagnostican y tratan mejor que otros, parece lógico poder elegir médico.
En la primera mitad de los 80, el doctor Ramiro Rivera, Presidente de la Organización Médica Colegial de España, luchó para que se instaurase la libre elección de médico, como ya existía en otros países europeos. No lo consiguió. Una gran parte de los médicos no estaban de acuerdo que los pacientes pudiesen escoger médico, aunque ellos sí lo hicieran cuando enfermaban, porque no les gustaba competir. Es más cómodo cobrar lo mismo que otro médico que se esfuerza más, que está al día de los últimos conocimientos y que se preocupa muchísimo por solucionar adecuadamente los problemas de los enfermos que atiende. Es decir, el médico que seleccionaría un mayor número de pacientes si pudiesen elegir.
Las personas con alto nivel económico eligen médico y hospital, incluso a veces fuera de su país. Con frecuencia leemos noticias de españoles famosos (artistas, cantantes, empresarios, etc.) que viajan a EEUU para ser atendidos en hospitales de Nueva York, Houston o Rochester. En estas clínicas la atención es excelente y un médico es el responsable del paciente, aunque tenga un buen equipo detrás con el que discutir las mejores opciones terapéuticas, después de haber realizado un buen diagnóstico.
El Correo Gallego de 25 de abril de 2006 informaba que el 10% de los pacientes oncológicos del Hospital Clínico de Santiago se planteaba ir a Houston para solicitar una segunda opinión médica o para ver las posibilidades terapéuticas que le ofrecían para su trastorno. Uno de los especialistas de oncología de ese hospital opinaba que la única diferencia entre el Centro del Cáncer Anderson de Houston y el Clínico de Santiago era la hostelería, y que los pacientes podían estar más cómodos, pero que el tratamiento era el mismo. Otro especialista decía que en todos los hospitales de España, Europa y EEUU se contaba con los mismos protocolos de actuación y que por tanto no había necesidad de ir a otros centros. No estaba de acuerdo, y sigo sin estarlo ahora, con estas respetables opiniones, porque lo más importante en los hospitales son los profesionales, y los hospitales no tienen la misma excelencia en los médicos, ni en los resultados de los tratamientos médicos, ni en la cirugía, ni en mortalidad. Y la actuación médica no solo consiste en el tratamiento. Es más importante el diagnóstico de cada uno de los problemas que tiene el paciente con cáncer o cualquier otra enfermedad; después, el tratamiento apropiado. Esto, por supuesto, no quiere decir que en el Hospital Clínico de Santiago los médicos de oncología o de cualquier otra especialidad no puedan ser tan excelentes como los de Houston, e incluso tener iguales o mejores resultados y disfrutar los pacientes de las mismas garantías de que las cosas vayan bien. Lo que se puede asegurar es que los médicos y los hospitales no son todos iguales. La excelencia en los diversos aspectos de la asistencia al enfermo son, en mayor o menor grado, diferentes.
En los países de nuestro entorno, algunos con tradición de una medicina pública socializada como Suecia, el enfermo puede elegir médico general, médico especialista y hospital. Si podemos elegir otras cosas menos importantes, como terminal de teléfono o compañía telefónica, ¿por qué no poder elegir médico y hospital?
La Comunidad de Madrid, con la Ley de Libre Elección, permite ahora a los ciudadanos poder cambiar de especialista y escoger el hospital donde quieran ser atendidos. Y, desde que entró en vigor la ley el pasado 15 de octubre, más de 87.000 madrileños han solicitado cambio de médico de familia, pediatra o enfermera. Es buena la competencia entre los hospitales y entre los médicos por atender mejor a los pacientes, como lo es la que existe entre otras empresas de servicios y entre otros profesionales. Y es más justo que los hospitales y médicos que lo hagan mejor y atiendan un mayor número de enfermos sean mejor retribuidos.
Si un enfermo, después de acudir a una consulta médica o a un servicio hospitalario, no ha quedado satisfecho con la atención prestada, parece lógico que ante una nueva necesidad de asistencia médica pueda escoger un médico u hospital diferentes, como elegiría profesionales o empresas de servicios para otras necesidades personales o familiares incluso de menor trascendencia. La pérdida de pacientes obligaría a los médicos y a los hospitales a mejorar la calidad de la asistencia prestada para lograr la misma perfección que sus competidores.
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(Publicado en La Región, 20/12/2010)