Cómo rebajar el consumo de tabaco

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Cómo rebajar el consumo de tabaco 2017-01-19T12:52:43+00:00

“LA ÚNICA FORMA DE REBAJAR EL CONSUMO DE TABACO ES AUMENTANDO RADICALMENTE SUS IMPUESTOS”

“EL TABACO ES UNA SUSTANCIA ÚNICA EN EL HECHO DE QUE MATA AL 50% DE LAS PERSONAS QUE LO CONSUMEN. NO HAY OTRO PRODUCTO QUE SE LE ACERQUE NI REMOTAMENTE”

“LA ÚNICA FORMA DE REBAJAR EL CONSUMO DE TABACO ES AUMENTANDO RADICALMENTE SUS IMPUESTOS”

(Resumen de la entrevista realizada a Judith Mackay por David Jiménez para el diario El Mundo, publicada el 10 de Noviembre de 2007)

CARGO: Principal asesora de Naciones Unidas en la lucha contra el tabaco.

FORMACIÓN: Doctora por el Real Colegio de Medicina de Edimburgo.

AFICIONES: Lectura, pasear y la naturaleza.

SUEÑO: Un mundo sin tabaco ni enfermedades mentales.

Judith Mackay ha ido anotando en un papel los insultos que le han dedicado los magnates del tabaco a lo largo de un cuarto de siglo de lucha contra el cigarrillo: “Basura humana neurótica”, “Satán parlanchín”, “Hitler carente de salud mental, moral o humanidad”…

Si nadie irrita a las multinacionales del tabaco como esta doctora británica de 63 años es porque nadie le ha hecho tampoco tanto daño. Su cruzada ha servido para iniciar demandas millonarias en todo el mundo, impulsar leyes antitabaco en decenas de países y aprobar el Convenio Marco para el Control del Tabaco, el tratado de la ONU sacado adelante con mayor celeridad en la historia de la institución. Mackay ha extendido su lucha contra otras enfermedades globales, desde el cáncer a las patologías coronarias, armada una y otra vez con el mensaje de que está en nuestra mano evitar muchas de las enfermedades que mermen o acortan nuestra vida. Su colección de libros Atlas de la Salud sobre el sexo, el cáncer o el tabaco se han traducido a decenas de lenguas y se han convertido en referencias en medio mundo.

El magnate estadounidense y alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, ha sido el último en confiar en Mackay, haciéndola responsable de la distribución de los 125 millones de dólares que acaba de donar para la lucha contra el tabaquismo en el Tercer Mundo. Para esta mujer de formas educadamente británicas y discurso contundente, recién nombrada una de las 100 personas más influyentes en el mundo por la revista Time, la batalla por un mundo más saludable no ha hecho más que empezar.

PREGUNTA.- El consumo de tabaco desciende en el mundo desarrollado cerca de un 2% anual, pero usted asegura que dentro de 50 años habrá más gente muriendo a causa del tabaco que hoy. ¿Por qué?

RESPUESTA.- El porcentaje de consumidores de tabaco entre los varones alcanzó su cima en los años 90 y ha comenzado a descender incluso en los países subdesarrollados. China, por ejemplo, tiene por primera vez una población de ex fumadores que antes no existía. Pero la causa de que el número de fumadores vaya a pasar de los actuales 1.300 millones a más de 1.600 millones actuales antes de mediados de siglo es el incremento de la población. Esto irá acompañado de más muertos, más enfermedades y más gastos sanitarios. La mejor forme de poner freno a la situación sería aumentar radicalmente los impuestos sobre el tabaco. Está demostrado que el consumo desciende con la subida de precio porque la gente no se lo puede permitir. Y, sobre todo, no se lo pueden permitir los adolescentes.

P.- ¿Están las tabacaleras tratando de ganar en el Tercer Mundo el terreno perdido en Occidente?
R.- Yo no lo dividiría así. Creo que las tabacaleras se comportan mal siempre que pueden. Si hay una ley, asumen su letra, pero nunca su espíritu. Es decir, tratan de dar un rodeo y buscan la forma de no aceptar su significado, por ejemplo con formas indirectas de atraer a los jóvenes al tabaco. Actúan así de forma universal, pero en Occidente la lucha contra el tabaco tiene medio siglo de historia y les es más difícil actuar a su antojo.

P.- ¿Es partidaria de la prohibición total?
R.- Creo que todo el mundo entiende que la prohibición no es posible ni aconsejable. Hace 100 años EEUU lo intentó con el alcohol y fracasó. Lo mismo sucede con el consumo de drogas. No puedes obligar a 1.300 millones de personas a abandonar el tabaco de la noche para la mañana. Por eso no hay que centrar la lucha contra el tabaco en su suministro, sino en la demanda. Y esto supone impuestos, educación, leyes…

P.- El fumador cree que sus derechos están siendo violados con leyes que limitan dónde y cuándo pueden fumar. Dicen: “Es mi cuerpo y hago lo que quiero con el”
R.- El tabaco no es libertad sino esclavitud. La mayoría de los fumadores querrían dejarlo, pero no pueden. Hace más de 100 años, John Stuart Mill dijo aquello de que “nadie tiene derecho a dañar a otros”. La libertad siempre tiene sus límites. Yo no puedo conducir por el lado de la carretera que me apetezca o pasarme un semáforo en rojo. Todos los días aceptamos limitaciones por el bien general y el caso de la salud no es una excepción. Ocurre los mismo con la libertad de expresión. En teoría, uno debería poder anunciar lo que quisiera, pero se ha limitado esa libertad a las tabacaleras porque se ha llegado a la conclusión de que sus anuncios, en los que presentan al tabaco como algo estupendo, dañan la salud de la población. Estamos hablando de una sustancia que es única en el hecho de que mata al 50% de sus consumidores. No hay otro producto de consumo en el mercado que se acerque, siquiera de forma remota.

P.- Algunos ejecutivos de la industria del tabaco se quejan de doble moral. ¿Por qué existe una mayor permisividad hacia el alcohol, por ejemplo?
R.- No hay duda de que el alcohol es dañino, pero no mata a una de cada dos personas que los consumen. También provoca menos adicción. Sólo tiene que fumar 100 cigarrillos en tu vida para ser un adicto al tabaco. Una persona puede tomarse una copa de vino al día, sin problema ninguno. Estoy, sin embargo, de acuerdo en que también el alcohol necesita una mayor regulación para paliar sus efectos negativos, para tratar de evitar su consumo entre menores de edad o que se mezcle con la conducción. Occidente se enfrenta a un grave problema por la incidencia de la bebida en su población joven. Hubo un tiempo en el que pensé que la industria del alcohol se comportaba de una forma más razonable que la del tabaco, pero no estoy tan segura de ello. Se presentan como si fueran los buenos con lemas como “no bebas si conduces”, pero luego tratan de introducir a los jóvenes en la bebida con toda clase de promociones.

P.- ¿De dónde viene esa irrefrenable tentación de los humanos de consumir cosas que no son saludables, desde la comida rápida al tabaco o el alcohol?
R.- (Risas). Esto nos lleva al viejo dicho de tomarse las cosas con moderación. No pasa nada si vas a un día a comer a una hamburguesería, pero no lo puedes hacer de forma regular. Lo mismo ocurre con el alcohol; se debe encontrar un equilibrio en su ingesta. El tabaco es diferente, porque una reducción de su consumo no reduce sus daños. Está demostrado que quienes deciden fumar menos cigarrillos lo hacen aspirando mucha más nicotina o agotando cada cigarrillo hasta el final, con lo que el beneficio no es tal.

P.- ¿Ha fumado alguna vez?
R.- Sí, de joven. Todavía puedo recordar que el tabaco estaba muy asociado al estar a la última y ser popular. Todo giraba en torno a él, la postura en la que fumabas, como lo hacías…

P.- ¿Qué le llevó a iniciar su cruzada antitabaco?
R.- En los años 70 me encontraba trabajando en un hospital de Hong Kong y en mi planta veía todos los días los efectos del tabaco en los pacientes. Pensé que tenía que hacer más en prevención porque los mismos enfermos a los que dábamos el alta volvían con los mismos problemas poco después. Escribí un artículo sobre los efectos del tabaco en un periódico local y fue entonces cuando la industria tabaquera se fijó en mí y empezó a atacarme. Estaba tan indignada por la forma en la que me denunciaron, amenazaron, y trataron de intimidar que me motivaron a seguir, así que fueron ellos los que me empujaron a meterme en la lucha contra el tabaco.