Cumplimiento del tratamiento médico

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Cumplimiento del tratamiento médico 2017-01-17T12:37:44+00:00

“Sólo nos diferenciamos de los animales en una cosa, que a ellos no les gusta tomar medicamentos” (Oscar Wilde)

El cumplimiento de la medicación por parte del enfermo o adherencia se define como la extensión durante la cual el paciente actúa de acuerdo a la dosificación prescrita en cuanto a dosis e intervalo de un régimen de tratamiento.

Cuando el paciente no cumple el tratamiento recomendado por el médico se le considera, en general, único culpable, y se intenta explicar la no adherencia por factores psicosociales o económicos, la relación médico-paciente, etc.

Sin embargo, creo que el médico es el principal responsable, en la inmensa mayoría de los casos, de la no adherencia del enfermo al tratamiento ordenado. Aunque también es verdad que siempre hay y habrá pacientes mal cumplidores del tratamiento, sin importar el buen hacer del médico.

Es difícil conseguir el cumplimiento del tratamiento por parte del paciente si el médico: 1) No le recibe de una manera correcta, agradable; 2) no le escucha atentamente; 3) no se levanta del sillón para explorarle; 4) no le informa debidamente sobre su padecimiento; 5) no le explica adecuadamente el por qué del tratamiento ordenado y los posibles efectos secundarios de los fármacos que le prescribe ; 6) es dogmático, demasiado seguro en los diagnósticos que hace y en los tratamientos que recomienda, a veces desacertados, y 7) no le ofrece confianza.

En la ciencia en general, y en la medicina en particular, no hay seguridad. Lo que hoy es verdad mañana puede no serlo. Compárese la creencia sobre la causa de la úlcera duodenal de hace una treintena de años con la actual. Antes, estudiábamos en las facultades de medicina que la causa era el estrés; ahora es una bacteria llamada helicobacter pylori. ¿Cuál será la creencia, la verdad, dentro de cincuenta años? Ha habido otras muchas verdades con respecto a diversas enfermedades en las últimas décadas que luego se han quedado en falsas teorías, y lo mismo ha sucedido con las bondades de muchos medicamentos que posteriormente se demostraron inexistentes.

La ciencia médica no es exacta, y aún no conocemos muchas cosas. Las guías o directrices médicas de tratamiento cambian continuamente. Los patrocinadores y los médicos que las realizan tienen intereses, también económicos. El médico debe analizar, escudriñar, toda la información científico-médica que recibe. Examinar quién patrocina y financia los estudios que dan lugar a determinadas conclusiones, como por ejemplo, la efectividad de un medicamento determinado, antes de recomendárselo a los enfermos.

Examinamos a pacientes que no sabemos cuál es la causa de sus síntomas; puede ser por nuestra ignorancia o tal vez porque no se conozcan enfermedades que aún tienen que ser descubiertas. Sería de necios pensar que ya lo conocemos todo, como lo habría sido si los médicos que ejercían hace dos siglos hubiesen pensado eso mismo.

Atendemos también a otros enfermos que, a veces con buen tino, no cumplen el tratamiento que le hemos prescrito. Recuerdo un paciente con asma al que le recomendé un corticoide inhalado y volver a revisión a los dos o tres meses. Volvió diecisiete años después, y esta vez también con asma agudizada. Había tomado el tratamiento dos meses, lo suspendió porque se encontraba bien, y no había tenido síntomas asmáticos durante todos estos años. Si hubiese acudido a la revisión en la fecha señalada posiblemente le hubiese recomendado seguir algún tiempo más tomando el corticoide inhalado. Los médicos deberíamos tener siempre presentes las palabras de nuestro insigne Gregorio Marañón, “no hay enfermedades sino enfermos”.

El médico debe exponer al paciente la sospecha diagnóstica de la enfermedad que le aqueja, acordar con él las decisiones sobre los exámenes a llevar a cabo para alcanzar un buen diagnóstico y después explicar el tratamiento.

El cumplimiento del tratamiento por el paciente mejorará si el médico es poseedor de las 4 H que William Osler decía que debería tener un buen médico: honestidad, humanidad, humildad y humor; si le escucha detenidamente; si le examina adecuadamente; si le advierte lo que padece, si lo sabe, y si no, también se lo dice; si le aclara por qué son necesarias más investigaciones diagnósticas; si individualiza el tratamiento, adaptando las directrices o guías de tratamiento al paciente; si le informa del por qué tiene que hacer ese tratamiento y de los posibles efectos adversos de los fármacos que le recomienda; si “negocia” con el paciente aspectos del tratamiento; si le ofrece confianza; si se pone a su disposición a partir de ese momento por teléfono o correo electrónico -¡la formación de los médicos residentes debería incluir rotación por buenas clínicas y hospitales privados para aprender la importancia de la atención continuada y personalizada al enfermo!-, y si tiene una relación neutral con la industria farmacéutica.

Por su parte,el enfermo se adherirá más responsablemente al tratamiento si pregunta al médico todas las dudas que tenga y se informa convenientemente de la enfermedad que padece. Jean Paul Marat decía “la obediencia ciega supone ignorancia extrema”.