Si nos dieran a elegir entre ganar la lotería y superar una minusvalía permanentemente por lesión, todos elegiríamos el dinero. Un año después de cada uno de estos acontecimientos, la gente aparentemente vuelve a sus niveles previos de felicidad. Como sabe todo el mundo desde Midas, adquirir riquezas es una apuesta pobre a largo plazo en la inversión de la felicidad. Un reciente estudio ha concluido que “el dinero puede comprar tu felicidad, pero no completamente, y más dinero no significa más felicidad”.
Las personas normalmente llegan a ser más ricas a lo largo de sus vidas, pero no llegan a ser más felices. Lo mismo sucede con los países. Ghana, México, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos presentan similares puntuaciones en cuanto a la satisfacción de vida a pesar de que la renta per capita se ha multiplicado por diez en los países ricos respecto a los pobres. La renta per capita se ha cuadriplicado en las economías más desarrolladas en los 50 últimos años, pero los niveles de bienestar subjetivo apenas han variado.
Si el dinero no compra la felicidad, ¿qué nos hace felices?
Para los habitantes de 44 países que fueron encuestados en 2002 por el Centro de Investigación Pew, la vida familiar proporcionaba la mayor fuente de satisfacción.
La gente casada vivía de media tres años más y disfrutaba de una salud física y psíquica mucho mejor que la gente soltera.
Tener familia aumenta el bienestar, según aseguran algunos políticos británicos. Los economistas definen “capital social” como los lazos que atan a las familias, vecinos, compañeros de trabajo, comunidades y grupos religiosos, y consideran que esto está fuertemente relacionado con el bienestar subjetivo. De hecho, la amplitud y profundidad de las relaciones sociales entre individuos son los mejores vaticinadores de su felicidad.
El trabajo es fundamental para el bienestar, y hay características que guardan correlación con la felicidad. Estas incluyen la autonomía sobre cómo, dónde y a qué ritmo se realiza el trabajo, la relación entre el jefe y el empleado y la participación en la toma de decisiones.
A escala nacional, los ciudadanos más felices serán los de los gobiernos que reconozcan las preferencias individuales. La elección y la creencia de los ciudadanos de que pueden influir en el proceso político incrementan el bienestar subjetivo. Por lo general, existe la evidencia de una asociación entre la infelicidad y la salud delicada: la gente de la antigua Unión Soviética se encuentra entre la más desdichada del mundo, y su expectativa de vida ha ido cayendo. ¿Pero cómo contribuye la felicidad a la buena salud o la longevidad? Un fascinante estudio longitudinal de unas monjas, dirigido por David Snowdan, de la Universidad de Kentucky (Estados Unidos), apoya esta hipótesis. Las autobiografías escritas por las monjas a sus veinte años mostraron sus emociones positivas y negativas. Las monjas que expresaron las emociones más positivas vivieron una media de diez años más que aquéllas que expresaron las menos positivas. Barbara Fredrickson cita tres estudios más que “encuentran el mismo vínculo entre buenos sentimientos y una mayor longevidad”.
¿Qué debería hacer para ser feliz? Es bueno destinar un breve momento a la introspección para pararse a pensar en uno mismo. Teniendo en cuenta el mandato del psicólogo Oliver James que dice “se feliz con lo que tienes”, mira a tu alrededor. No hay que menospreciarse al compararse con los demás. Por el contrario, hay que desarrollar la relación con ellos. Esta es una ruta segura hacia la felicidad y la búsqueda de la salud. Embarcarse en una relación sentimental con otra persona adulta y trabajar en mantenerla. Planear interacciones frecuentes con amigos, familia y vecinos (en este orden). Asegurarse de que el trabajo no te quite tiempo para las relaciones personales y el ocio. En el tiempo libre, hacerse socio de un club, trabajar de voluntario o refugiarse en la religión.
Instar al gobierno a seguir el ejemplo del rey Bután (Asia), que anunció a su nación el objetivo de la felicidad nacional. Citar la adhesión al libro de Richard Layard, Felicidad: lecciones desde una nueva ciencia , que argumenta que la felicidad podría llegar a ser la meta del orden público y que el progreso de la felicidad nacional podría ser medido y analizado tan estrechamente como el crecimiento del producto nacional. Por último, Martin Seligman, líder del movimiento psicológico positivo, informa de que la satisfacción vital está relacionada con el compromiso pero no con el placer. Y recordar que cuando te hayan deseado un Feliz Año, la mayor parte de la responsabilidad de que esto ocurra está en uno mismo.
Tony Delamonthe
Subdirector de British Medical Journal