LOS FUMADORES Y LA NUEVA LEY ANTITABACO

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LOS FUMADORES Y LA NUEVA LEY ANTITABACO

Joaquín Lamela López. Médico Neumólogo

(Publicado en La Región el 25/1/2011)
“Para hallar la verdad es preciso dudar de todas las cosas” (René Descartes).
Hace pocos días me entrevistaba una periodista de la TVG para conocer mi opinión sobre un aspecto de la nueva Ley Antitabaco, la prohibición de fumar en parques públicos donde haya niños. Le comenté que me parecía bien porque el humo de tabaco, incluso en un lugar abierto, puede ser perjudicial para los niños si lo inhalan repetidamente. Y además es un mal ejemplo. Decían los pobladores de antiguas comunidades indias que para educar un niño es necesaria toda la tribu.
Los fumadores, unos desesperados porque son incapaces de dominar la adicción a la nicotina y otros cabreados por creer que la nueva ley antitabaco restringe sus libertades, piensan que otras adicciones también les pueden perjudicar a ellos y sin embargo los «poderes públicos» no se han ensañado con ellas como han hecho con la del tabaco.
Cavilan algunos que los adictos o consumidores de bebidas alcohólicas, además del perjuicio que se hacen a sí mismos, también pueden causárselo a otras personas. El daño puede ser incluso mayor y más rápido que el que pueden originar ellos cuando fuman. Cuando los consumidores de alcohol conducen después de haber bebido tienen mayor riesgo de ocasionar accidentes de tráfico que los no consumidores. Y en los accidentes de tráfico el daño puede ser instantáneo e irreparable.
Piensan otros que los adictos o consumidores de comida en exceso, aparte del deterioro que se ocasionan a sí mismos, pueden también ocasionar daños a otras personas. Un número considerable sufre apnea del sueño relacionada con la obesidad. La apnea del sueño en personas obesas produce hipersomnolencia diurna, una causa importante de serios accidentes de tráfico.
Consideran muchos que nada sucede por casualidad y reflexionan si tendrá algo que ver en todo esto la industria farmacéutica, ya que esta casi siempre va por delante debido a sus lógicos intereses económicos. El mayor interés de los «poderes públicos» por las consecuencias dañinas de fumar cigarrillos coincidió con la aparición de los tratamientos sustitutivos de la nicotina y otros fármacos “para ayudar a dejar de fumar”. Recuerdan otras situaciones, como suponer la menopausia de las mujeres o la vejez de todos como enfermedades, al mismo tiempo que aparecieron medicamentos para disminuir las perturbaciones de la menopausia, que posteriormente se demostró que podían ser más perjudiciales que beneficiosos y fármacos antioxidantes para “evitar el envejecimiento”. O cuando intentaron crear una nueva enfermedad, la andropausia, esta vez en los hombres, para que tomaran testosterona.
Los fumadores inteligentes aceptan que el tabaquismo es una adicción que puede causar diversas enfermedades e incluso terminar siendo una enfermedad, si se considera la enfermedad como una alteración más o menos grave de la salud, que origina gastos a las personas que llevan una vida saludable de una forma indirecta, pero también se los ocasiona la adicción de los enganchados al alcohol y a la comida porque sufren más enfermedades esofágicas, gástricas, hepáticas y pancreáticas los unos, y diabetes, hipertensión arterial, enfermedades coronarias y apnea del sueño los otros. Y los adictos al alcohol y a la comida también tienen mayor riesgo de sufrir cáncer como les ocurre a los fumadores.
El fumador perspicaz sabe que el humo de tabaco es nocivo para los que lo inhalan activamente y también para los que lo inhalan de segunda mano o fumadores pasivos. Conoce que en los países más avanzados está prohibido fumar en bares, restaurantes y lugares cerrados de trabajo y ocio desde hace muchos años, que en muchos otros ya lo está también en lugares públicos abiertos donde haya niños, y en unos pocos también en la calle. Pero no está de acuerdo en denunciar a los que incumplen las leyes porque hay un tiempo para todo, también para aceptar las buenas normas. Recuerda que algunos fumadores aún encendían un pitillo en el tren o avión cuando comenzó la prohibición de fumar en los transportes públicos, y ahora, con el paso del tiempo, es casi imposible ver que alguien lo haga.
Y después de darle muchas vueltas, el fumador avispado no encuentra justificaciones suficientes para prohibir los bares y restaurantes para fumadores, atendidos por camareros fumadores.
El fumador inteligente no fuma en el domicilio ni en el coche si hay niños, porque conoce que el humo de tabaco les produce aumento de las infecciones respiratorias y puede dañarles los pulmones a más largo plazo. Pero no está de acuerdo que hacerlo sea considerado maltrato. Piensa que puede ser mayor ofensa para el niño que los padres lleguen bebidos, utilicen expresiones incorrectas o discutan delante de él.
El fumador clarividente sabe que muchos exfumadores han conseguido dejar la adicción después de múltiples intentos y fracasos, que lo puede lograr sin más ayuda que la de su voluntad y su esfuerzo como lo han conseguido la mayoría de los exfumadores. Sabe que todo es imposible mientras a uno se lo parece y recuerda a Napoleón Bonaparte cuando decía “lo imposible es el fantasma de los tímidos y el refugio de los cobardes”.
    El fumador inteligente recuerda las palabras de Judith Mackay, asesora de Naciones Unidas en la lucha contra el tabaco, “el tabaco es una sustancia única en el hecho de que mata al 50% de las personas que lo consumen; no hay otro producto que se le acerque ni remotamente” y no está dispuesto a seguir con la mitad de las papeletas para el sorteo de la muerte que puede celebrarse antes de lo esperado y sin anunciarse.
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2017-01-23T15:11:47+00:00 01 / 01 / 2011|Opinión|