“When you can´t breathe, nothing else matter». American Thoracic Society (ATS)
No sé aún ahora cual fue la razón de haber elegido la especialidad médica que he hecho. Pero si recuerdo muy bien, cuando la hacía, lo que me conmovían los enfermos que llegaban al Servicio de Urgencias del Hospital Marqués de Valdecilla de Santander ahogándose, sin poder respirar con normalidad.
Muchos de estos enfermos tenían enfisema pulmonar y bronquitis crónica por fumar cigarrillos. Cuando llegaban a las salas de urgencias no los podíamos acostar en las camas de exploración porque en esa posición se ahogaban aún más. Cuando les interrogábamos, no eran capaces de pronunciar una frase completa porque antes de terminarla tenían que dejar de hablar para coger aire o, al menos, intentarlo. Sentados en la camilla, con la ayuda de sus manos apoyadas y sus brazos, intentaban expandir sus pulmones para que les entrase aire, contrayendo su acostumbrada y agotada musculatura torácica por haber pasado muchos de ellos por otros episodios similares anteriormente. Era tan angustioso para un joven médico verlos así que, a veces, después de ordenar el tratamiento con oxígeno y un broncodilatador, mientras quedaba la enfermera cuidándole, salía a airearme fuera de la sala donde estaba el enfermo. Mientras lo tratábamos le recomendaba que se tranquilizara, que se relajara, ¡pero cuantas veces pensé lo fácil que resulta decirlo y lo difícil que debe ser tranquilizarse, cuando no puedes respirar! Esto lo comprobé no hace muchos años jugando al tenis. En un pequeño descanso me atraganté bebiendo, con bastante cantidad de agua, y lo pasé muy mal. Solo duró unos segundos pero imaginé lo que deben sentir los enfermos que pasan mucho tiempo de su vida respirando mal. Les debe parecer una eternidad.
Como le pareció a un camarero de un restaurante que me pudo contar lo que le pasó cuándo estaba sentado comiendo un cacahuete. Se le quedó “pegado” en las cuerdas vocales. Se dio cuenta que no podía respirar, se levantó, y, con las dos manos en el cuello, caminaba sin saber el porqué ni adonde, advirtiendo lo que le estaba pasando pero enseguida notó que comenzaba a perder la conciencia. Su mujer, que también estaba allí porque trabajaba con él, al ver lo que estaba sucediéndole y haber visto en la TV lo que había que hacer en estos casos, lo abrazó por la espalda y con los puños le presionó en el estómago. La maniobra de Heimlich desalojó el cacahuete, que salió expulsado por la boca. Me decía el camarero que, cuando ya casi había perdido el sentido y estaba en la obscuridad, volver a respirar y ver la claridad fue de una felicidad indescriptible. El momento más feliz de mi vida, dijo. Y se lo creí.
Estas situaciones de obstrucción aguda y completa de la vía aérea son afortunadamente poco frecuentes, aunque casi a diario vemos noticias en los periódicos de fallecimientos por atragantamiento, en niños y adultos, y debido a que al lado de ellos posiblemente no había personas conocedoras de lo que se debe hacer, como lo conocía la mujer del camarero.
Las causas más frecuentes de disnea o dificultad respiratoria aguda son asma, neumonías, embolismos (embolias) pulmonares, edema pulmonar por enfermedad cardíaca y neumotórax. Todas ellas tienen tratamiento. Lo más importante para el paciente es que, antes de iniciar el tratamiento, el médico haga un correcto diagnóstico. Para hacer un diagnóstico exacto de cualquiera de las causas más frecuentes de disnea aguda, aún hoy, lo más importante es que el médico realice una buena historia clínica o entrevista al paciente. Lo que dijo el excelente médico canadiense del siglo pasado, William Osler, sigue siendo válido hoy: “Si escuchas al paciente, él te está diciendo el diagnóstico”. Si el médico hace un exacto diagnóstico, podrá tratar correctamente al paciente; si no hace un buen diagnóstico no lo podrá tratar adecuadamente.
Las causas más frecuentes de disnea o dificultad respiratoria crónica son la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) tabáquica, asma y fibrosis pulmonar idiopática. Aquí, también, lo más importante es el correcto diagnóstico, aunque los tratamientos, excepto en el asma, sean poco o nada eficaces. En la EPOC tabáquica lo más importante para detener la evolución fatal de la dificultad respiratoria es cesar de fumar, ya que no hay ninguna medicina que cambie la evolución inexorable de esta enfermedad pulmonar crónica causada por fumar cigarrillos.
Y, por supuesto, como comentábamos cuando hablamos de la tos, también hay disnea o dificultad respiratoria psicógena o nerviosa, es decir no causada por enfermedad orgánica. Los pacientes con disnea psicógena se quejan y lo definen de muchas maneras: que no cogen aire suficiente, que no llenan suficientemente sus pulmones, que no les llega el aire, que tienen la sensación de que no pueden respirar bien o que les parece que no respiran con normalidad (al paciente que respira mal por una enfermedad orgánica no le parece que no respira normal, sino que dice que respira mal). Esta dificultad respiratoria o disnea psicógena no tiene relación con el esfuerzo, no les despierta por la noche y suele relacionarse con situaciones de estrés, como exámenes en los jóvenes, problemas en el trabajo o familiares en los adultos y ansiedad en jóvenes o adultos.
Como creo que cuando no puedes respirar no hay nada que importe más, como muy bien decía el slogan de la Sociedad Americana de Tórax, si nota que respira con dificultad y fuma, deje de fumar y acuda a su médico. Si no fuma, consúltelo también cuanto antes con su médico.
www.clinicajoaquinlamela.com