“El hombre que produce mientras los demás disponen de su producto es un esclavo” (Ayn Rand)
“Ningún hombre puede tener el derecho de imponer a otro hombre una obligación no escogida, un deber no recompensado o un servicio involuntario” (Ayn Rand)
Inmoralidad. Pero hoy en día estamos siendo testigos del ascenso de la inmoralidad de los principios en este país. Los intelectuales y los políticos están abandonando totalmente los principios morales que constituyeron la base de la fundación de los Estados Unidos. Se está destruyendo totalmente el concepto de los derechos. La idea estadounidense original ha sido virtualmente eliminada, ignorada como si nunca hubiese existido. Ahora la norma es que los políticos ignoren y violen los derechos reales de las personas y que defiendan una serie de derechos que nunca nadie soñó que estuvieran contemplados en los documentos fundacionales de este país, derechos que no exigen a sus receptores que se ganen la vida, que hagan esfuerzos ni que actúen.
Los políticos dicen que las personas tienen derecho a algo, simplemente porque existen y porque quieren o necesitan ese algo, y punto. Tienen derecho a que el Gobierno se lo dé. ¿Y de dónde lo consigue el Gobierno? ¿Qué tiene que hacer el Gobierno con los derechos individuales y los derechos reales de los ciudadanos con el fin de cumplir las promesas de prestarle servicios gratuitos?
Las respuestas son obvias. Los supuestos nuevos derechos eliminan los derechos reales y hacen que realmente las personas que realmente crean los bienes y servicios se conviertan en sirvientes del Estado. Los rusos utilizaron exactamente este sistema durante muchas décadas, pero por desgracia no hemos aprendido de su experiencia. Pero el significado del socialismo está claramente presente en todos los campos y la sanidad no es un caso especial. Es lo mismo que si el Gobierno dijera que los ciudadanos tienen el derecho universal a la alimentación, a tener vacaciones o a cortarse el pelo. Es decir, un derecho en el nuevo sentido de la palabra, el derecho moral a recibir estas cosas gratis sin ninguna acción por su parte, simplemente como donativos de un gobierno benevolente, no que una persona tenga libertad para ganar dinero con el fin de conseguir esas cosas con su propio trabajo y comercio.
¿Cómo se satisfarían esos nuevos derechos? ¿Qué podría suceder (y ya está empezando a ocurrir) si la asistencia sanitaria fuera un derecho? La sanidad en el mundo moderno es un servicio científico y tecnológico complejo. ¿Cómo puede ser que una persona nazca con el derecho a recibir ese servicio? Según el sistema estadounidense cualquier persona tiene derecho a recibir asistencia sanitaria si puede pagarla; es decir, si puede conseguirla y pagarla con su propio trabajo y sus propios esfuerzos. Pero nadie tiene el derecho a recibir los servicios de cualquier profesional o grupo de profesionales simplemente porque quiera recibirlos y los necesite desesperadamente. El simple hecho de que necesite esos servicios tan desesperadamente es la prueba de que debe respetar la libertad, la integridad y los derechos de las personas que los prestan.
El trabajo. Una persona tiene el derecho a trabajar, no a robar a los demás el fruto de su trabajo ni a convertir a los demás en animales sacrificados sin derechos que trabajan para satisfacer las necesidades de esa persona.
Algunos de ustedes podrían preguntarse lo siguiente: ¿Pero la gente puede permitirse pagar ella misma la asistencia sanitaria? Incluso sin tener en cuenta los precios médicos actuales inflados por el Gobierno, la respuesta es que está claro que la gente se lo puede permitir: ¿De dónde creen que procede ahora el dinero para pagar por todo? ¿De dónde consigue el Gobierno su supuesta cantidad de dinero ilimitada? El Gobierno no es una organización productiva; su única fuente de ingresos es la confiscación de la riqueza de los ciudadanos a través de los impuestos, la financiación del déficit u otras medidas.
Y también podrían preguntarse: ¿No son los ricos los que realmente pagan los costes de la asistencia médica ahora; los ricos, no la población en general? Como se ha demostrado una y otra vez, no hay suficientes ricos en ningún país para reducir los costes del Gobierno. La amplia clase media estadounidense es la única fuente del dinero que necesitan los planes nacionales como el plan sanitario del Gobierno. Las personas pequeñas son las que más dinero aportan a los programas socializados, bajo el pretexto sin sentido de que la gente no puede permitirse esto y lo otro, por lo que «el Gobierno debe pagarlo». Si los habitantes de un país no pudieran pagar verdaderamente un servicio concreto, como ocurre por ejemplo en Somalia, por la misma razón ningún gobierno de ese país tampoco lo podría pagar.
Asistencia Médica. Hay personas que no pueden permitirse el coste de la asistencia médica en Estados Unidos. Pero en un país libre o semilibre son siempre una pequeña minoría. Si fuesen la mayoría, el país estaría totalmente en quiebra y ni siquiera podría pensar en implantar un plan sanitario nacional. En un país libre, esta pequeña minoría tiene que depender únicamente de la caridad privada y voluntaria. Sí, la caridad, la bondad de los médicos o de los ricos, la caridad no el derecho; es decir, no el derecho a recibir los frutos de los esfuerzos y el trabajo de los demás. Y debo decir que esta caridad siempre ha estado presente en el pasado de los Estados Unidos. Los defensores de Medicaid y Medicare bajo el mandato de Lyndon B. Johnson no decían que los pobres o las personas mayores de la década de los 60 recibían una asistencia sanitaria mala, sino que para cualquier persona tener que depender de la caridad constituía una afrenta. Pero lo cierto es que la caridad no se elimina llamándola de otra forma. Si una persona recibe asistencia sanitaria a cambio de nada, simplemente porque respira, sigue viviendo de la caridad, aunque algunos políticos digan que es un “derecho”. Llamarla un derecho si el receptor no gana lo suficiente para pagarla supone simplemente agravar el mal. Sigue siendo caridad, aunque esté ahora extorsionada por las tácticas malévolas del poder y oculta bajo un nombre deshonesto.
Si alguien intenta que todo el mundo tenga derecho a poseer un bien o servicio proporcionado por un grupo concreto de personas, esclaviza a sus proveedores, destroza el bien o servicio y termina privando de él a los consumidores a los que se supone que está ayudando. Si la “asistencia médica” fuese un derecho se esclavizaría a los médicos y por lo tanto se destruiría la calidad de la asistencia médica que prestan, como la medicina socializada en todos los países en los que se ha implantado, como en Canadá (yo nací en Canadá y conozco de primera mano cómo funciona ese sistema)”.
En la medicina hay que dejar libre la mente por encima de todo. A la hora de decidir un tratamiento médico para un paciente hay numerosas variables y opciones que la mente y el subconsciente del médico deben tener en cuenta, analizar y sopesar. La vida del paciente depende la esencia interna y privada de la función del médico: depende de la información que le llega al cerebro y de cómo procesa el cerebro esta información.
Después pone ejemplos de la sanidad en Estados Unidos, como el de las prohibiciones a los médicos generales de pedir consultas a los médicos especialistas para ciertos diagnósticos en el Medicare.
Y se pregunta: «¿Le gustaría que su caso fuera tratado de esta forma por un médico que tuviera en cuenta sus necesidades médicas de forma objetiva y también las exigencias contradictorias e ininteligibles de noventa agencias públicas estatales y federales distintas? Si usted fuera un médico, ¿podría satisfacer a todas las partes? ¿Podría hacer planes, trabajar o hacer frente a lo inexcrutable? ¿Pero cómo podría negarse a hacerlo? Esas agencias son reales y están consiguiendo rápidamente el poder total sobre los médicos, sobre su mente y sobre sus pacientes.
Si este mundo de pesadilla llegara a hacerse realidad, nadie podrá decidir lo que hacer haciendo uso de la razón. Un médico obedecería a la autoridad más fuerte, intentaría pasar desapercibido y prestar una buena asistencia de vez en cuando o, como muchos están haciendo ahora, simplemente se daría por vencido y abandonaría la profesión.
El plan para instalar una medicina pública en Estados Unidos acabará con la medicina de calidad en este país, porque acabará con la profesión médica. Atará a los médicos de pies y manos y los dejará a merced de la burocracia. La única esperanza para los médicos, para los pacientes y para todos nosotros es que los médicos reivindiquen un principio moral: que reivindiquen sus propios derechos personales individuales -sus verdaderos derechos en este asunto-, el derecho a sus vidas, a su libertad, a su propiedad, a la búsqueda de su felicidad. La Declaración de Independencia también se aplica a la profesión médica. Debemos rechazar la idea de que los médicos son esclavos destinados a servir a los demás por orden del Estado.
Me gustaría finalizar con una frase de Ayn Rand, quien dijo que los médicos no son sirvientes de sus pacientes. Son «comerciantes como todos los habitantes de una sociedad libre, y deberían enorgullecerse de serlo, porque los servicios que ofrecen son de una importancia crucial».
(Por Leonard Peikoff)
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Medicaid es un programa de seguros de salud del Gobierno de Estados Unidos para la gente necesitada. El Presidente de los Estados Unidos Lyndon B. Johnson estableció Medicaid, una parte del Social Security Act .[1] Medicaid y el Children’s Health Insurance Program (CHIP) sirve más de 31 millones de niños.[2
Medicare es un programa de cobertura de seguridad social administrado por el gobierno de Estados Unidos , el cual provee atención médica a todas las personas mayores de 65 años o más jóvenes consideradas discapacitadas debido a graves problemas de salud, como cáncer , insuficiencia renal con necesidad de diálisis , etc. El programa también financia los programas de formación de médicos residentes en Estados Unidos. Medicare opera como un seguro de personas . La Ley de Seguridad Social de 1965 fue aprobada por el Congreso a fines de la primavera de 1965 y aprobada como ley el 30 de julio de 1965 por el presidente Lyndon B. Johnson , como enmienda para crear una nueva legislación de seguridad social . En la ceremonia de firma del acuerdo el presidente Johnson inscribió al ex-presidente Harry Truman como el primer beneficiario de Medicare y le entregó a él la primera tarjeta de Medicare, y a su esposa Bess la segunda tarjeta.[1]