JOAQUÍN LAMELA LÓPEZ. Médico Neumólogo
“No hay cristiano más triste que el cansado de no hacer nada” (Buenaventura Luna)
(Publicado en La Región/Julio de 2012)
Comentábamos hace pocos días un compañero médico y yo lo que con mucha frecuencia oíamos decir estos días a otros compañeros y a muchas personas, «¡ya necesito las vacaciones!», y a él, como a mi, nos parecía una más de las majaderas retahílas que la gente ha cogido por costumbre. Lo mismo que cuando termine agosto. Se llenarán las páginas de los periódicos y se escuchará todo el día en las radios hablar de la “depresión post-vacacional”.
Le comentaba a él que ni mis padres, ni otras personas de mi aldea, se habían ido de vacaciones mientras trabajaron y nunca les había oído decir estas boberías. No se quejaban de estar cansados de trabajar y eran tan o más felices que nosotros. Además, al no disfrutar de vacaciones, evitaban la “depresión post vacacional” y ahorraban.
No, oiga, no estoy diciendo que las vacaciones sean malas o innecesarias pero también es verdad que la costumbre hebrea del sabbat o descanso era solo desde la noche del viernes a la noche del sábado, en el cristianismo el domingo y en el islam el viernes -si lo he dicho mal ya me corregirá mi querido amigo de La Coruña-, y no hablaron de descansar un mes al año.
Digo un mes, pero me quedo corto, porque en nuestro país, hasta hace poco, algunos trabajadores públicos mayores podíamos llegar, entre unas cosas y otras, al mes y medio de holganza. Los profesores incluso más tiempo, y los políticos estaban y aún están casi todo el año de vacaciones (bueno, los políticos no sé si son trabajadores, pero tal vez fuese mejor que estuviesen todo el año). Los japoneses y americanos apenas tienen dos semanas de vacaciones. Aquí el doble. Así nos va. Y peor nos irá si no rectificamos.
También, con frecuencia, se encuentran artículos en las revistas que analizan cuales y en donde son las vacaciones más saludables. Creo que las vacaciones saludables dependen más de nuestro comportamiento durante las mismas, que del lugar donde las pasemos. Y también de nuestro estado de salud. Decía Noel Clarasó, “el sol, el agua y el ejercicio conservan perfectamente la salud de las personas que gozan de una salud perfecta».
Un amigo cazador, fallecido hace pocos años, siempre me comentaba que en la montaña disfrutaba enormemente del sol, la soledad y el silencio, las tres eses decía. A él le encantaban los montes de Porto de Sanabria. Cuando iba a cazar allí, casi siempre, incluso en los meses de invierno, podía disfrutar de estas tres condiciones. También he oído decir a un médico madrileño que, después de haber llevado a sus hijos pequeños a este maravilloso pueblo zamorano en las vacaciones de verano, habían padecido menos resfriados y bronquitis en los meses de invierno.
Desde Porto de Sanabria, situado a unos 1200 metros sobre el nivel del mar, aparte de otras rutas, puede subir a Peña Trevinca. Para la ida y venida a este peñasco, a más de 2000 metros de altitud, necesitará varias horas, pero si lo hace con calma, acompañado, y con agua y comida, le resultará muy agradable y saludable.
No puedo opinar de vacaciones en otros lugares de montaña porque sólo he estado en este, pero creo que el descanso en pueblos como Porto puede ser excelente para la salud, si una parte del tiempo la emplea en caminar y disfrutar de la belleza de los paisajes.
Pero para gustos se pintan colores y a muchas personas les encanta pasar los días de vacaciones en la playa. ¿Son igual de sanas que en la montaña? No tengo ninguna duda. No hay más que ver, si uno va a una muy concurrida, el ejercicio que hacen dando vueltas, de un extremo al otro de la playa, como autómatas, la mayor parte de las personas que allí están.
Además, muchas de las playas gallegas reposan en la bajada de montañas cercanas. Como lo hace la de El Pindo, en el ayuntamiento de Carnota, La Coruña. Después de un baño en el mar, desde el mismo arenal, con buen calzado, agua y un bocadillo, se puede iniciar la subida al Monte Pindo, también llamado el olimpo celta. A pesar de ser nativo de este maravilloso pueblo, lo subí por primera vez hace un año y narré mi fascinación por lo que había visto desde lo alto en estas páginas de La Región. Y no solo desde lo alto. Ya desde el inicio de la ladera se puede disfrutar de panorámicas inigualables. Pero la misma ladera, con sus rocas, que simulan todas las figuras que usted se pueda imaginar, es de una belleza extraordinaria.
Cuando llega arriba, después de haber caminado unas dos horas, o tres si va despacio, encuentra la laxe da Moa, la roca más alta del Monte Pindo. Es posible que nunca antes haya contemplado vistas tan maravillosas. Al fondo aparece Finisterre y su playa de Langosteira, la dos Lobeiras -pequeñas islas maravillosas-, la ría de Corcubión, las blancas playas de Gures y El Pindo, y el mar azul verdoso tan característico de aquella zona en verano. A la izquierda, aparece majestuosa la inmensa playa de Carnota, para muchos la más bonita de Galicia, y a la derecha otra bonita montaña a la que al parecer no conviene subir porque aún hay brujas. La laxe da Moa tiene “pías”, nombre de las grandes y numerosas cavidades esféricas, formadas al parecer por la erosión de la lluvia, donde las señoras infértiles se bañaban para quedar embarazadas.
Le recomiendo, si su estado físico se lo permite, este viaje. Solo necesita buen calzado y agua, iniciarlo antes del mediodía de un día claro, soleado y no muy ventoso, y preferiblemente en verano. Y mejor aún, con comida y compañía.
No sé si esta subida le gastará la salud o todo lo contrario, pero merece la pena. Francisco de Quevedo dijo, “la posesión de la salud es como la de la hacienda, que se goza gastándola, y si no se gasta, no se goza”. ¿Ha entendido el consejo?
Perdone que me haya desviado del tema, pero deseaba hablarle una vez más de la asombrosa subida al Monte Pindo, que repetiré este verano, porque el año pasado, la segunda vez y con unos amigos, no conseguí coronarlo por culpa de una intensa niebla.
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