EL PODER DE LA ESTUPIDEZ

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EL PODER DE LA ESTUPIDEZ

JOAQUÍN LAMELA LÓPEZ. Médico Neumólogo

“Todos los que parecen estúpidos, lo son y, además también lo son la mitad de los que no lo parecen” (Francisco de Quevedo)

(Publicado en La Región, marzo de 2012)

La estupidez es definida por el diccionario de la Real Academia Española como torpeza notable en entender las cosas. Me referiré aquí a la estupidez de los que tienen una titulación universitaria y de los que incluso ocupan o han ocupado altos cargos en la administración o gobierno del Estado. No me referiré a las personas que nacen con alguna deficiencia mental por una enfermedad o trastorno genético.
Uno de los descubridores del ADN, James Watson, decía en una entrevista concedida en 2003 que muchas personas se sienten muy incómodas cuando les explicas que algunos individuos tienen unos cerebros mejores que otros y sin embargo aceptan muy bien cuando les dices que unos jugadores de fútbol son mejores que otros. Y que en Gran Bretaña muchas personas se enemistaron con él cuando había dicho que la estupidez es una enfermedad. Terminaba expresando que la gente prefiere creer que si una persona es estúpida es porque ha tenido malos profesores, pero en muchos casos es simplemente una cuestión genética.
He discutido en más de una ocasión con un amigo mío, al que considero, y lo es, muy  inteligente, acerca de la estupidez de algunos antiguos -todavía no lo hemos hecho de los actuales- ex ministros del gobierno de España. Yo le decía que los consideraba estúpidos, o al menos muy poco o nada inteligentes, y él me contradecía opinando que si habían llegado a ese puesto tan alto de la administración del Estado tenían que ser inteligentes. Le contesté que habían sido elegidos para desempeñar el cargo por otras personas aún en una posición más alta, tampoco por eso necesariamente no estúpidas, y que los nombramientos podrían haberse basado en el pago de favores pendientes, como gratificación de ciertas deudas -muy frecuentes entre los personajes políticos- o por conveniencia del partido político al que pertenecían.
Al mismo tiempo, para rebatirlo, le recomendé a mi amigo que repasase la segunda parte del librito “Allegro ma non troppo”, que ya cité en alguna otra ocasión en estas páginas de La Región y recomendé a los lectores que lo leyesen, titulada por el autor como Las Leyes Fundamentales de la Estupidez. Por si usted no lo hace, me atrevo a extractarle las ideas principales.
Carlo M. Cipolla dice en este librito que entre los burócratas, generales, políticos y jefes de Estado, sin olvidarnos de los prelados, se encuentra el más exquisito porcentaje de individuos fundamentalmente estúpidos, cuya capacidad de hacer daño al prójimo ha sido (o es) peligrosamente potenciada por la posición de poder que han ocupado (u ocupan). Afirma, además, que en experimentos llevados a cabo en muchas universidades del mundo con respecto al porcentaje de estúpidos en los cuatro grupos de la población universitaria –bedeles, empleados, estudiantes y cuerpo docente- , se confirmó que el porcentaje de personas estúpidas era igual en los cuatro grupos. Y que entre los premios Nobel había también una fracción constituida por estúpidos.
Y continúa diciendo el autor que la pregunta que a menudo se plantean las personas razonables es qué como es posible que estas personas estúpidas lleguen a alcanzar posiciones de poder o autoridad. Él explica que las clases y las castas (tanto laicas como eclesiásticas) fueron las instituciones sociales que permitieron un flujo constante de personas estúpidas a puestos de poder en la mayoría de las sociedades preindustriales y que en el mundo industrial moderno su puesto lo ocuparon los partidos políticos, la burocracia y la democracia. Y termina expresando que en el seno de un sistema democrático, las elecciones democráticas son un instrumento de gran eficacia para asegurar el mantenimiento estable de la porción de estúpidos entre los poderosos, porque según la Segunda Ley –la probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona- y la Tercera -una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio- una fracción de personas que votan son estúpidas y las elecciones le brindan una magnífica ocasión de perjudicar a todos los demás, sin obtener beneficio a cambio de su acción y por tanto estas personas cumplen su objetivo, contribuyendo al nivel de estúpidos en el poder.
Además, siempre según el autor, aunque se trata de un grupo no organizado -sin jefe, presidente o estatuto-, el conjunto de personas estúpidas es tan numeroso que consigue actuar en perfecta sintonía como si estuviesen guiados por una mano invisible, de tal modo que las actividades de cada una de ellas consigue reforzar y ampliar la eficacia de la acción de las demás. El escritor dice que este grupo es más poderoso que la Mafia o la Internacional Comunista.
Y señala que el poder político, económico o burocrático aumenta el poder de una persona estúpida, pero también los estúpidos son peligrosos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido, y por eso el ataque les coge por sorpresa. La quinta ley fundamental dice que la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.
Sobre el poder de la estupidez dice que la persona inteligente sabe que es inteligente, el malvado es consciente de que lo es, el incauto está penosamente imbuido de su propia candidez y al contrario de todos estos personajes el estúpido no sabe que es estúpido. Cuando charlaba hace poco con otro excelente médico amigo acerca de algunos compañeros decía precisamente lo mismo pero, como él me había regalado el librito, no puedo asegurar que su idea no hubiese sido tomada del avispado economista italiano.
Creo que otra característica de las personas estúpidas es la terquedad. Ya decía Baltasar Gracián, todos los necios son obstinados y todos los obstinados son necios.
Afortunadamente, como decía Averroes, cuatro cosas no pueden ser escondidas durante largo tiempo: la riqueza, la pobreza, la ciencia y la estupidez.

2017-01-23T15:18:23+00:00 01 / 01 / 2012|Opinión|