JOAQUÍN LAMELA LÓPEZ. Médico Neumólogo
«A los tímidos y a los indecisos todo les resulta imposible, porque así se lo parece» (Walter Scott)
(Publicado en La Región/Julio 2012)
Algo parecido a esta frase le oía yo con mucha frecuencia a mis padres cuando era pequeño. Me decían, todo te resultará imposible mientras a ti te lo parezca y debes pensar que puedes conseguir todo lo que te propongas si trabajas duro.
Nuestro país, nosotros, estamos en un momento muy delicado y aunque parece muy difícil salir del pozo en que nos encontramos, si los políticos y “los de más arriba” dieran ejemplo -y ya es hora de que lo diesen- y nos pusiéramos todos, pero todos, a trabajar, saldríamos adelante.
La situación económica de España se puede comparar con la de un enfermo muy grave. Voy a ponerle un ejemplo que sucedió realmente. Eran mediados de los 70 del siglo pasado. Era médico residente de primer año en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Marqués de Valdecilla de Santander (al año siguiente me cambié a Neumología). Estaba de guardia en urgencias con una doctora a la que conocía por haber estado juntos como médicos internos un año antes en la Residencia Sanitaria de Ponferrada. Por la tarde llegó a Urgencias un paciente en una ambulancia y antes de ver el informe supimos que procedía de esta Residencia Sanitaria, porque traía muchas pequeñas agujas huecas clavadas en la piel de la zona anterior del tórax. En aquel hospital de Ponferrada, cuando un paciente tenía enfisema subcutáneo (aire debajo de la piel, en el tejido celular subcutáneo), era una práctica habitual, de dudosa eficacia, pinchar y dejar numerosas agujas para intentar dar salida al aire que había llegado allí desde los pulmones, generalmente a causa de una enfermedad pulmonar crónica o después de un traumatismo torácico. El paciente era gallego, de un pueblo cercano o del mismo Barco de Valdeorras. Se había caído trabajando en una cantera de pizarra y por la enorme gravedad del accidente lo llevaron al hospital más cercano, que era la Residencia Sanitaria Camino de Santiago, en Ponferrada. Allí le habían dicho, más o menos, que no había nada que hacer, pero la familia solicitó que se le trasladase a Valdecilla. Entre uno y otro hospital había una gran diferencia, no solo en tecnología médica sino en lo esencial de los hospitales excelentes, los profesionales médicos y de enfermería. El paciente fue hospitalizado en la sección de Cuidados Intensivos Traumatológicos. Allí permaneció varios meses, superó complicaciones y fracasos de casi todos los órganos, y fue dado de alta sano y salvo. Aquel enfermo, por el que no había nada que hacer, se había curado.
¿Y sabe por qué se recuperó aquel paciente que había sido desahuciado antes en otro hospital? Porque quien dirigía el hospital, el doctor Segundo López Vélez, un especialista de corazón y pulmón, y no sé si también cirujano torácico, quería que Valdecilla fuese uno de los principales hospitales de España. Y lo consiguió. ¿Sabe cómo? Fichando en los mejores hospitales de Madrid, en aquel momento Puerta de Hierro y La Concepción, a los mejores médicos especialistas. El poder adquisitivo de los salarios de médicos y enfermeras en aquellos momentos en los hospitales públicos era mucho mayor que el de hoy. Aunque, en esto como ahora, los sueldos no eran perfectos ni justos porque los de igual categoría cobraban lo mismo y no se hacían diferencias entre los mejores y/o más trabajadores y los menos buenos y/o menos trabajadores.
Si en nuestro país pudiéramos elegir a los mejores, a las personas con las cabezas mejor amuebladas, para que nos dirigieran, sin necesidad de pertenecer a partidos políticos, ofreciéndoles mejores sueldos, las cosas nos irían mejor. Es verdad que los mejores no son los mismos para todos nosotros, y podrían no ser los preferidos por la masa o mayoría.
El principal dirigente político de un país tiene que ser audaz como lo era el director del hospital de Valdecilla e intentar una y otra vez lo imposible para conseguir lo posible, como dijo muy bien el escritor suizo nacionalizado alemán Hermann Hesse. Y tiene que saber desprenderse de las ataduras a su partido político y, pensando como Napoleón que lo imposible es el fantasma de los tímidos y el refugio de los cobardes, comenzar a llevar a cabo reformas fundamentales que estén sin hacer, comenzando primero por las que les afectan a ellos mismos.
Decía muy bien hace pocos días Feliciano López en “La Voz de Galicia” esto que le transcribo: “En realidad, no quieren hacerlo. No se atreven a hacerlo. Arreglar la excesiva oferta de Administraciones, por decirlo eufemísticamente. Hay pasos, pero son pasos de bebé. Una fusión renqueante y la concentración de chiringuitos por aquí, la eliminación de un puñado de fundaciones por allá… No entran en el problema de raíz. No quieren entrar. Hacerlo, como tienen que hacerlo, fusionando por decreto ayuntamientos, suprimiendo por decreto anacronismos como las diputaciones, obligaría a decir a sus fieles: aquí no hay sitio para vosotros, tenéis que buscar un trabajo como el resto de los mortales. Para los partidos políticos, he aquí el gran problema: cómo poner en la calle a «uno de los nuestros». Prefieren pues, seguir realizando maniobras de distracción. Por ejemplo, anunciando la jubilación de cuatro coches oficiales…”.
Arthur Laffer, doctor en economía por Stanford, en una entrevista el pasado fin de semana en “El Mundo”, expresaba que es injusto quitarle renta al que produce y trabaja para dárselo al que no hace nada, y decía que su sueño era un gobierno que se limitase a proveer los servicios que el sector privado no puede aportar.
En los momentos de crisis la imaginación es más importante que el conocimiento, opinaba Albert Einstein. Lo de nuestros políticos no sé si es falta de imaginación o ganas de reírse de todos nosotros. Pero lo que sí parece claro es que les estamos perdiendo el poco respeto que ya le teníamos.
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