Corticoides inhalados

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Corticoides inhalados

JOAQUÍN LAMELA LÓPEZ. Médico Neumólogo

(Publicado en La Región el 16/11/2012)

“Hay otra dificultad para confiar en el honor y conciencia de un médico. Los médicos son iguales a los otros hombres; la mayor parte de ellos no tienen honor ni conciencia: lo que ellos generalmente confunden con el honor y conciencia es el sentimentalismo y un intenso miedo para hacer algo que los demás no hacen, u omitir hacer algo que todos los demás hacen”. (The Doctor´s Dilemma, 1911. George Bernard Shaw). 

Los corticoides o corticosteroides son una variedad de hormonas del grupo de los esteroides producidos por la corteza de las glándulas suprarrenales. Casi todo el mundo conoce el término cortisona, que es un corticosteroide de acción corta.
Desde que se sintetizó la cortisona en el laboratorio y utilizó por primera vez en la Clínica Mayo de Estados Unidos, en un paciente con artritis reumatoide en 1948, el uso de los corticoides ha seguido una curva ondulante. Al principio “servían para todo”, hasta que se vieron los serios efectos adversos y se pasó a emplearlos mucho menos. En la actualidad se les ha vuelto a perder, desafortunadamente, el respeto. Porque, aunque son potentes antiinflamatorios, tienen muchos e importantes efectos desfavorables y, en mi opinión, son uno de los fármacos de más difícil manejo.
La cortisona se utilizó por primera vez en el asma en 1950, en inyectable, y pronto se intentó utilizar la hidrocortisona por vía inhalada, pero no fue hasta la década de 1970 cuando se comercializó el primer corticoide inhalado, la beclometasona, que supuso un gran avance en el manejo del asma, pasando pronto a ser el tratamiento de primera línea en esta enfermedad, por delante de los broncodilatadores.
A partir de ese momento comenzó un cambio a mejor en la evolución de estos enfermos, que pasaron a tener menos agudizaciones y hospitalizaciones. Pero, aunque es el tratamiento de elección, deben tomarse las dosis mínimas que controlen los síntomas del asma.
Hace pocos años la poderosa industria farmacéutica ha conseguido que se aprobara la indicación de los corticoides inhalados en la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) severa con muchas agudizaciones, porque en estudios financiados por la propia industria farmacéutica se “demostró” que en este tipo de pacientes pueden disminuir la frecuencia de las agudizaciones. Esto también se había “demostrado” con otros medicamentos más inocuos, en estudios también financiados por los laboratorios. Pero ninguno tiene efecto beneficioso sobre la inexorable progresión de esta enfermedad.
¿Y que ha sucedido? Que ahora ya se prescriben en las dosis más elevadas a pacientes con EPOC no severa, sin agudizaciones, es decir a casi todos.
Además de ser de dudosa eficacia, incluso en estos pacientes con enfermedad severa y muchas agudizaciones, salvo cuando el paciente también padece asma, los efectos adversos, aunque menores que por vía oral, no son nada despreciables: aumento de apetito y de peso, adelgazamiento de la piel y moretones en antebrazos y manos por aumento de fragilidad de los capilares, aumento del riesgo de neumonías, de colonizaciones broncopulmonares por pseudomonas, de tuberculosis, de cataratas, etc.
Peter Barnes, una autoridad médica británica, se ha cansado de repetir que la inflamación de la EPOC no responde a los corticoides inhalados. Estoy de acuerdo con él, y convencido que los efectos beneficiosos en esta enfermedad, si hay alguno, son menores que los perjudiciales, pero entiendo lo que dicen los enfermos: “cuando no puedes respirar no hay nada que importe más, y tomas todos los esprays que te den los médicos”. Y creo que la última frase de la sentencia de George Bernard Shaw que figura más arriba, referente a la actuación de los médicos, tiene validez aún hoy.
info@clinicajoaquinlamela.com

2017-01-23T15:20:51+00:00 01 / 01 / 2012|Opinión|