PARA DEJAR DE FUMAR… HAY QUE DEJAR DE FUMAR

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PARA DEJAR DE FUMAR… HAY QUE DEJAR DE FUMAR

JOAQUÍN LAMELA LÓPEZ. Médico Neumólogo

Artículo publicado en La Región el 30 de mayo de 2010

El tabaco es una sustancia única en el hecho de que mata al 50% de las personas que lo consumen. No hay otro producto que se le acerque ni remotamente” (Judith Mackay. Asesora de Naciones Unidas en la Lucha contra el Tabaco)

    No conozco las razones por las que se inician ahora los jóvenes en el tabaquismo. Pero estoy convencido que muchos de los que comenzamos a fumar en los años sesenta lo hicimos para imitar a personas mayores fumadoras que admirábamos, o a otros jóvenes fumadores que eran buenos en algún deporte o tenían mucho éxito con las chicas. Los mayores que imitábamos podían ser profesores del colegio con gran personalidad u otro tipo de atractivo, padres o algún otro familiar, o los artistas de cine, aunque a estos solo los conocíamos de las películas.
Recuerdo cuando unos compañeros de pensión y yo fuimos al cine a ver “La muerte tenía un precio”, que ponían en el Principal, en la Rúa Nueva de Santiago de Compostela. El portero que nos recogió las entradas hizo la vista gorda porque era una película para mayores de 18 años y ninguno de nosotros tenía más de 16. En esta película “trabajaba» Clint Eastwood. Llevaba una manta sobre los hombros y fumaba puros, pegados al labio inferior, mientras le disparaba a los “malos”. Al salir del cine, Manuel, un estudiante de maestría industrial, pequeño y pelirrojo, compró en el estanco que estaba enfrente del Principal una caja de puritos como los que fumaba el protagonista. Por la noche, cuando estábamos jugando al julepe en la pensión, fumó varios durante el tiempo que duró la partida, de la misma forma que lo hacía Clint Eastwood, dejándolos consumirse entre los labios y echando una calada de vez en cuando. Manuel, al terminar el juego de cartas, seguía siendo pequeño y pelirrojo.
Me inicié en el tabaco a los 7 años, fumando el papel de estraza de los paquetes de azúcar que le iba a buscar a mi madre a la tienda; cuando el paquete se quedaba vacío, liaba el papel, a veces sin nada dentro y otras rellenándolo con hojas de col secas, luego le prendía fuego y lo fumaba. Después, en los días de la fiesta del pueblo, uno de mis primos mayores me daba algún cigarrillo Chesterfield sin boquilla, que fumábamos a escondidas en las rocas de la playa. Olían tan bien aquellos pitillos que aún recuerdo su aroma. A los 11 años fumaba una cajetilla de Tres Carabelas al día, rubio sin boquilla, con el dinero que me daban mis padres para el cine; había tenido la suerte de hacerme amigo de la hija del dueño del cine de Corcubión (La Coruña), una niña encantadora que me pasaba gratis, y el dinero del cine lo dejaba en el estanco.
En 2005 invité a la psiquiatra Nora Volkow, directora del Nacional Institute on Drug Abuse de Estados Unidos para hablar de la adicción a la nicotina y nos contó el resultado de un estudio realizado con ratas. Se las hacía adictas a la nicotina y después, para conseguir los cigarrillos, tenían que bajar una palanca varias veces. Las que se habían hecho adictas de mayores, si tenían que agitar muchas veces la palanca para conseguir los cigarrillos dejaban de hacerlo; las que se habían hecho adictas de adolescentes agitaban la palanca más veces. Por lo tanto la administración de nicotina las hacía más vulnerables cuando se les administraba en edad temprana. Los adolescentes se vuelven adictos más rápido que los adultos y con menos cigarrillos. Por eso las compañías tabaqueras hacen todo lo posible para que los jóvenes comiencen a fumar a edades más tempranas porque, además de tener más tiempo por delante para comprar cigarrillos, la adicción es más rápida y más fuerte.

Continué fumando y aumenté el número de cigarrillos fumados al día. A partir de los 25 tosía todas las mañanas en los inviernos y tenía ruidos sibilantes en el pecho (“gaitas”) con las bronquitis agudas. A los 30, después de algunos intentos y fracasos, conseguí vencer la adicción.
El fumador con tos o dificultad respiratoria debe acudir al médico. El médico, con la realización de una espirometría, puede conocer si existe enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) tabáquica. Y con una radiografía de tórax puede ver si hay anormalidades que hagan sospechar otras enfermedades pulmonares relacionadas con el tabaco. Cesar de fumar es la única medida que detiene la progresión inexorable de la EPOC tabáquica.
Para dejar de fumar hay que dejar de fumar y soportar el síndrome de abstinencia unas semanas. La mayor parte de los exfumadores han conseguido dejar de fumar únicamente con su voluntad, algunos después de múltiples intentos y fracasos. La voluntad es lo fundamental para dejar de fumar. Destaca Simon Chapman, antes director de la revista “Tobacco Control” y ahora profesor de Salud Pública de la Universidad de Sidney (Australia), uno de los mejores expertos en tabaquismo y “gurú” antitabaco, en PLoS Medicine, que la mayoría de los fumadores vence su adicción sin más ayuda que la de su voluntad y su esfuerzo y denuncia las estrategias de una industria farmacéutica “empeñada” en vender su producto, y que como efecto secundario está “medicalizando” el tabaquismo. Y añade, “de esta forma las poblaciones pierden confianza en su propia capacidad para cambiar prácticas que no son sanas y se debería repetir a los fumadores que pasar el síndrome de abstinencia e ir reduciendo el consumo son los métodos más comunes entre los que logran dejarlo. La mayoría se sorprende al ver que dejar de fumar es fácil o tan solo un poco difícil”.
En el programa de TVE, “La segunda oportunidad”, Paco Costas, un magnífico presentador, comenzaba el programa mostrando un turismo chocando contra una roca y se oía una voz en off que decía: “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra; de todas formas ¡que bueno sería contar en ocasiones con una segunda oportunidad!” Después repetía la imagen, pero esta vez evitando la colisión del coche con el pedrusco. Con el tabaco no hay una segunda oportunidad.
Recuerdo un paciente que acudió a la consulta muy nervioso; estaba convencido de que padecía un cáncer de pulmón porque llevaba dos semanas con tos causada por un bronquitis aguda. La radiografía de tórax fue normal. Le recomendé dejar de fumar, le dije que si seguía fumando sí podía tener un cáncer de pulmón en el futuro. Prometió no volver a fumar. Una semana después lo veía por la calle con el cigarrillo en la boca. Seis o siete años después volvió a la consulta por dolor en el hombro izquierdo. Esta vez la radiografía de tórax no fue normal. Al decírselo comentó: “J…., porque no habré dejado cuando me lo recomendó hace años”. No tuvo una segunda oportunidad.
Para dejar de fumar solo hace falta: 1) Estar dispuesto a pasarlo mal unas semanas, y 2) no estar dispuesto a morir por echar humo. Al dejar de fumar se consigue: 1) Mayor supervivencia, 2) mejor salud y calidad de vida, y 3) ahorrar dinero, que en estos tiempos no viene nada mal. Nadie se ha muerto por el síndrome de abstinencia causado por cesar de fumar y sin embargo muchas personas se mueren todos los días por seguir fumando. Los fumadores tienen que escoger entre tabaco o salud. Mañana se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra el Tabaco. Es un buen día para abandonar el tabaco para siempre. Ojalá.

info@clinicajoaquinlamela.com

2017-01-23T15:02:47+00:00 01 / 01 / 2010|Opinión|