PROHIBIDO BESARSE

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PROHIBIDO BESARSE

En el bar de un barco de línea a cualquier isla del Mediterráneo en agosto mandan los codos. Los codos y este año también los estornudos. Rodeado de sudorosos conductores que subían de dejar sus vehículos en las bodegas recalentadas por el sol del mediodía, el primer estornudo fingido me abrió un hueco hacia la barra. El golpe de tos que le siguió dejó libre un taburete para el niño. Había que aprovechar las circunstancias: un único bar tomado por viajeros alertados de que anda por el mundo un virus. Todos dan la espantada ante cualquier tipo que les tose cerca de la coronilla y les puede chafar las vacaciones.

Al virus le han puesto nombre de cohete soviético, A(H1N1), se ha fomentado una paranoia colectiva y, sobre todo, sirve para que se hable menos de otras cosas. Además, se van creando leyendas. La última la escuché contar en una casa de comidas: «Está todo en Internet -dijo-, Rumsfeld, el de Irak, está relacionado con la patente de la vacuna… No fue una casualidad que el primer brote apareciese en México… Allí tienen que renovar el tratado de libre comercio con Estados Unidos… El capitalismo prefiere un planeta con 5.000 millones de clientes que con 7.000. Somos demasiados». La historia concluye con que Bush y Rumsfeld son alienígenas de color verde y deja de dar miedo por ridícula.

A pesar de los esfuerzos casi diarios de la ministra Trinidad Jiménez por asustarnos, la nueva gripe no es el ébola ni la peste bubónica. Sin embargo, amagan con suspender las clases, se prohíben los besos, se estiman pérdidas millonarias por bajas laborales y se instiga el instinto de supervivencia como si se nos vinieran encima todas juntas las profecías de Nostradamus.

El desparpajo de la ministra española del virus es un suma y sigue en una sucesión de decisiones políticas alarmistas en numerosos países y de titulares amarillistas a aprovechando las alertas de la Organización Mundial de la Salud. El matrimonio de los nuevos ricos argentinos, los Kirchner, incluso le ha echado la culpa al virus de su derrota electoral hace un par de meses. A los políticos les tiemblan las piernas con el H1N1 y han trasladado ese tembleque a los demás en forma de paranoia colectiva. Los manuales que leen sus asesores sobre gestión de crisis les recomiendan exagerar, por si acaso. Mejor exagerar que quedarse corto, porque en ese caso luego los electores te hunden. Es decir, no hay que llamarle hilillos de plastilina a las fugas del Prestige, como hizo en su día Rajoy.

Los que estudian los virus y hablan o escriben por su cuenta, sin políticos interpuestos, parecen coincidir en que la nueva gripe podría incluso ser más benigna que la común, aunque diferente en su incidencia por tramos de edad. Salvo una mutación inesperada, los índices de mortalidad en los países ricos serán similares a los de la gripe común. En los países pobres, seguirá habiendo otras pestes, incluida el hambre, que causan muchas más muertes.

El estado de psicosis que han alimentado en España los poderes públicos se volverá contra ellos y contra todos cuando llegue el día D. Según los protocolos de actuación previstos por la Xunta, se espera que el estallido en Galicia sea durante la semana del 17 de octubre; a mediados de mes. Depende de si llueve mucho en septiembre. Entonces, la oleada de gripe se adelantará. A mediados, o sea a principios de octubre, los daños serán mayores cuanto mayor pánico se continúe inoculando en la población.

Con una incidencia solo baja y con el 2% de pacientes necesitados de ingreso hospitalario -tal como prevén los protocolos oficiales-, el sistema sanitario se colapsará. Pero ¿cuántos acudirán a los hospitales solo porque les han metido el miedo en el cuerpo? Porque alguien tosió cerca de su coronilla. La sanidad estará desbordada; y el país estará un poco más empobrecido por unas tasas de absentismo laboral disparatadas en comparación con las que causa la gripe común.
Si finalmente el H1N1 pasa sin pena ni gloria y su índice de mortalidad es el de una gripe común, a los políticos no se les pedirán cuentas por haber creado un estado de alarma más dañino que el bichito. Quedan unas semanas para que se produzca la eclosión de contagios. Toda una eternidad de momentos estelares y micrófonos alrededor de la ministra de Sanidad, que parece deseosa de gestionar una peste bubónica en vez de una gripe venial.

Lois Blanco
La Voz de Galicia, 23 de agosto de 2009

2017-01-23T14:54:02+00:00 01 / 01 / 2009|Opinión|