Decía Hipócrates, que vivió antes de Cristo y es considerado el padre de la medicina, a sus alumnos: “Es bueno que os preparéis para dos cosas: una en ayudar al enfermo; la otra en no perjudicarle”
En 1975, en la última clase del último año de carrera, el profesor de Higiene, doctor Domínguez Carmona, a modo de despedida, decía: “Sean prudentes. La mayor parte de ustedes finalizarán este año la carrera de medicina, serán médicos, pero menos de la mitad tienen una inteligencia superior a la media. Algunos han finalizado la carrera con recomendaciones y otros dedicándole muchas horas al estudio. Por favor, sean prudentes”.
Un buen médico debe:
• Respetar y ser amable con la gente sana y enferma, sin importar quiénes sean.
• Ayudar al paciente y a sus seres queridos cuándo y dónde lo requieran.
• Promover la salud y tratar la enfermedad.
• Abarcar el poder de la comunicación e información para ayudar a la gente con las mejores preferencias posibles.
• Preguntar siempre con cortesía, dejar hablar a la gente y escucharles atentamente.
• Dar consejos “no sesgados”, dejar que la gente participe activamente en todas las decisiones relacionadas con su salud y cuidados. Evaluar cada situación cuidadosamente, y ayudar cualquiera que sea la situación.
• Usar la evidencia como una herramienta, no como un determinante de la práctica; aceptar humildemente la muerte como una parte de la vida; y ayudar a la gente a hacer los mejores preparativos cuando la muerte está cerca.
• Trabajar en colaboración con los otros médicos cuando la situación lo requiera; tratarlos bien y respetarlos.
• Ser un defensor pro-activo de sus pacientes, mentor de otros profesionales de la salud, y estar dispuesto siempre y preparado para aprender de otros, sin importar su edad, posición o situación.
El doctor Gregorio Marañón contaba que en una ocasión le habían llamado de un pueblo cercano a Madrid para visitar a un enfermo.
Lo examinó y no sabía lo que tenía. Un familiar preguntó cuál era su diagnóstico; el le interrogó si había consultado al médico de cabecera.
El familiar contestó que sí. Don Gregorio: ¿cuál fue su diagnóstico? El familiar: “dudaba mucho”. Don Gregorio: “quédense con el, no cambien, porque es un buen médico”.
Los médicos son todos diferentes, como los abogados, fontaneros o ingenieros, en sabiduría, conocimientos, experiencia, etc. Por eso, muchos de los médicos y enfermos creen que debería existir libre elección de médico en del sistema sanitario público. La competencia o competición entre los médicos sería favorable para el paciente.
Escribía en Diario Médico, el 30-12-2005, el Dr. Manuel De Artaza, exjefe de Cardiología de la Clínica Puerta de Hierro de Madrid: “Cuando se plantea la elección de un médico suele haber incertidumbre y hasta perplejidad, porque equivocarse puede traer daños al enfermo y sentimiento de culpa a los familiares. Además. La selección no es fácil porque entre los facultativos, como en cualquier otra dedicación, existen muy notables diferencias de calidad… El buen médico es un producto de larga elaboración…”
Para tratar adecuadamente a un enfermo, hay que diagnosticarlo antes correctamente. El diagnóstico es lo más importante de la actuación médica.
“El tratamiento de una enfermedad puede ser enteramente impersonal; el cuidado de un paciente debe ser completamente personal”
(Francis Weld Peabody)